Qué sensación la de estar on fire, ¿eh? Vas como una moto. Te da igual lo que te echen. Venga, más cosas, que puedo con todo. Y eso que eres consciente de que no va a durar eternamente. Es como si tuvieras una varita mágica con obsolescencia programada. Pero, ay, esos segundos-minutos-horas-días -diríamos que ahí está el límite- en los que utilizas las palabras adecuadas, en los que tomas las decisiones correctas, en los que te mueves por la vida con un aplomo que lo único que te falta es una banda sonora que te acompañe por la calle. Podría sonar, por ejemplo, The dogs day are over. Pero también aquella que se llamaba MMMBop, de los hermanos Hanson. Y te parecería igual de bien.
Porque estar on fire es un estado del alma. Y, ahora, empieza por los pies.