Sorpresa en la final del Mundial del Insulto en Asturias (MIA). Contra casi todos los pronósticos, Faltosu se alzó con la victoria en un duelo final en el que se enfrentó al improperio que partía como principal favorito: Babayu. El campeón arrancó muy fuerte el enfrentamiento, distanciándose desde el principio. Las sospechosas declaraciones del presidente de la Federación Internacional del Insulto en Asturias (FINA), Joaquín Pajarón, y del autor del libro que inspiró el torneo, José Manuel Vilabella, a favor de Babayu no lograron cambiar el sentido del voto de los aficionados.

El primer Mundial del Insulto en Asturias, organizado por Balbino para celebrar la reedición del libro Teoría del Insulto en Asturias, arrancó el 8 de junio con los octavos de final. En total, 16 insultos participaron en un torneo que tuvo como sede el perfil de Instagram del cómico y actor Joaquín Pajarón. Cada noche, durante quince días, Joaquín fue subiendo los duelos en el apartado de historias. En total, se recogieron 75.673 votos.

Gochu, Babayu, Maizón, Fato, Tochu, Faltosu, Mazcayu, Bobu, Lloramingu, Pelurcia, Repunante, Fedor, Pendón, Gandaya, Manguán y Felpeyón fueron los insultos participantes.

Para alcanzar la final, Faltosu batió, en octavos de final, a Pendón. Se enfrentó después a Manguán, al que superó con más dificultades de las previstas. En semifinales hizo llorar muchas personas -a muchas personas repunantes, se entiende- al vencer a Repunante, uno de los grandes favoritos del torneo. Llegó embalado a la final y superó con relativa facilidad a Babayu, cuyo camino hasta la última ronda había sido realmente complicado: superó a Mazcayu, a Gochu y a Fato. Es probable que llegara algo desfondado.

El Mundial del Insulto en Asturiano ha levantado interés en muchos lugares. Radio Nacional de España le hizo un hueco en el programa de Pepa Fernández, De Pe a Pa, en donde Pajarón y Vilabella ofrecieron una entrañable charla. También el diario AS se hizo eco de la competición.

Desde Balbino, queremos agradecer a José Manuel Vilabella y a Joaquín Pajarón su sentido del humor y su participación altruista en este Mundial. No tan altruista, en realidad, ya que a Pajarón le llegaban números insultos cada día de gente que transmitía su voto de forma escrita.

Pero, sobre todo, queremos dar las gracias a las miles de personas que habéis participado en este Mundial. Con vuestros votos, vuestros comentarios y vuestras risas habéis hecho que esta competición haya logrado un hito: superar en repercusión, innovación y organización a los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Que parecía que en materia de grandes competiciones nos habíamos quedado ahí estancados.

Os recordamos que Teoría del insulto está a la venta en nuestra web con envío gratuito y en nuestro espacio en Oviedo, en el número 22 de la calle del Padre de Buenaventura de Paredes, de lunes a viernes de 9:30 a 13.

Os dejamos la definición que aparece en el libro de Faltosu. Y felicitamos, por supuesto, a todos los faltosos del mundo, porque están de enhorabuena.

El faltosu es el tonto más peligroso del muestrario y también el que más abunda. Es un tonto que pretende comerse el mundo y que muchas veces lo consigue. Al faltosu le falta algo, pero él no lo sabe, ni siquiera se lo imagina; es una carencia que le ayuda, que le da prestigio. Suele faltarle, al faltosu, el sentido del ridículo, la propia estimación, el norte ético, la coordenada moral, la vena sensible. El faltosu tiene un callo en el alma que le protege contra las inclemencias de las crisis internas, las crisis de conciencia.

Se dice del faltosu que tiene mucha garra, que es un trepa, un arribista y que ha hecho una fortuna en los años cincuenta. Suelen morirse de viejos rodeados de sus hijos y de sus deudos. Su amante -él dice “mi querida”- no asiste al sepelio por no llevarse bien con la legítima. Su entierro constituye un acontecimiento social. Algún sobrino llora, un hijo gimotea, su apoderado general -entró de botones en el negocio y hoy es todo un señor- mira con aire contrito el hoyo donde van a meter “al pobre don Enrique”; un cura salmodia unos latines por compromiso, y alguien, agazapado entre el público, susurra a media voz: “Que Dios lo tenga en su gloria; el probín era faltosu”.