Las reuniones de Balbino suelen tener lugar los viernes por la tarde. No es que el resto de la semana no hablemos entre nosotros, pero los viernes nos juntamos para compartir temas e ir avanzando en los proyectos.

Son encuentros que duran entre una y cuatro horas. El núcleo principal entra desde la sede, en Oviedo, y otros se conectan vía Zoom. Eso da lugar a situaciones peculiares, en las que los que asisten de manera virtual se ven de repente solos ante una cámara que enfoca una pila de cajas de zapatillas, ya que los demás se han levantado a comprobar unas telas o a ver un documento en otro ordenador. Y genera también algo de ansiedad, porque cuando sabemos que está pasando algo pero no vemos ese algo, tendemos a pensar que es la cosa más divertida e interesante del planeta.

Dato importante: siempre compartimos una agenda de la reunión. Intentamos ceñirnos a ella, pero es imposible. ¿Quién se adapta a una agenda un viernes por la tarde? Venga, por favor…

Una tarde de hace unos meses, estando ya en esa fase en la que se habla de todo menos de lo que tienes que hablar, alguien preguntó por el dominio que íbamos a utilizar en la web. Cuando arrancamos, habíamos comprado zapatillasbalbino.com, pero como ahora la empresa se había convertido en algo más -una editora de productos- creíamos que debíamos pasar a Balbino.com. Alguien recordó que, en su día, lo habíamos mirado, pero que el dominio estaba cogido.

En ese momento hicimos algo que sucede mucho los viernes por la tarde, que es encorajinarse sin sentido con algo que no tiene futuro.

-“Vamos a contactar con el tipo que tiene el dominio, ¿para qué quiere él Balbino.com?”, preguntó alguien en alto.

-“¿Para ganar dinero?”, respondió gallegamente alguien más.

-“Bueno, pero siempre será mejor ganar unos eurinos por un dominio que nadie te va a comprar que tenerlo ahí muerto de la risa, ¿no?”.

Ese último razonamiento, que nos pareció muy lógico, nos llevó a enviarle un correo a la persona dueña del domino.

-“Hola, ¿qué tal? Te escribimos desde Balbino. Estaríamos interesados en comprar el dominio Balbino.com. Queríamos hacerte una oferta de 300 euros por él”.

La naif cantidad salió después de un intenso debate entre todos. Pero no supimos lo naif que realmente era hasta que, en un minuto, nos contestó.

-“¿Este e-mail es en serio o me estáis vacilando?”.

Pues iba totalmente en serio, la verdad, pero si te pones así, subimos la oferta. Que un día es un día. Y además hoy es viernes por la tarde. Venga, a lo loco.

-“Estaríamos dispuestos a subir hasta los 800 euros”, contestamos.

La respuesta tardó aún menos que la anterior.

-“Si queréis hablar en serio, me avisáis. El precio son 15.000 euros”.

Tan en serio no queríamos -ni podíamos- hablar. Así que dejamos el asunto y buscamos otras opciones. Además, ¿cómo nos íbamos a fiar de alguien que contesta al instante un viernes por la tarde a una gente que le pregunta por el precio de Balbino.com?

La opción que nos quedaba era comprar el dominio Balbino.eu, que estaba libre y bien baratín. Y nos hicimos las mismas preguntas que vosotros: ¿Pero qué es eso de .eu? ¿No es un poco cutre no tener un .com? ¿La gente lo tecleará?

Tampoco estábamos para elegir, así que decidimos poner un ladrillo más en el sueño europeo de Schuman, Adenaur, De Gasperi y Monnet. Balbino apoyaría el proyecto Europa desde la base. Zapatilla a zapatilla.

Os contamos esto porque muchos nos habéis preguntado por los motivos del Balbino.eu y, otros, nos habéis hecho directamente la pregunta: “¿Os habéis vuelto europeos?”.

Creíamos que ya lo éramos, pero ante vuestra insistencia, lanzamos la pregunta en el chat de Balbino:

“¿Vosotros os consideráis europeístas?”

La primer respuesta fue: “Como uraniana no sé qué decirte”.

Como comprenderéis, el debate llegó hasta ahí.

Esto acaba en Balbino.ur